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Noticias que, por algún motivo, me impactan o considero importantes

Casas, casos, acosos

Hace unos días se propagó por el universo mediático el caso de Carmen Martinez, una señora vallecana de 85 años a la que desahuciaron de su casa porque avaló un préstamo de su hijo. El Rayo dijo que le pagaba un alquiler a la señora y, posteriormente, también desde el Gobierno comentaron que iban a mediar para conseguirle una vivienda.

Puede ser más o menos criticable la forma en que ha actuado su hijo. Pero la verdadera cuestión es que más de 26.000 familias han perdido su casa en los primeros seis meses del año mientras 240.000 casas permanecen vacías. Las hipotecas que ahora la gente no puede pagar las concedieron unos bancos a los que se les ha dado dinero público y que mantienen con el Gobierno una estrecha relación de amistad (y, seguramente, sexual). Es decir, que el mismo organismo al que financio con mis impuestos permite y colabora en que me echen de mi casa. Sin embargo, el dinero fluye descontrolada y corruptamente en unos cuantos bolsillos y nada pasa, se normaliza, se critica y punto pelota. Confío en que algún día haya alguien que tome cartas en el asunto e imputen a los responsables de tan tremenda barbaridad por delitos de ‪#‎violenciapsicológica‬ que tan desapercibidos pasan para la Justicia.

Este corto, muy realista, no tiene desperdicio.

Humanidad, crueldad y belleza

sebastiao_salgado_pes590Cuando una ve películas como ‘La sal de la tierra’ se da cuenta de que alguna pieza del engranaje de las vísceras se ha desajustado, para cambiar de sitio y pedir luego ser encontrada.

No es sólo la maestría de las imágenes que capta Sebastião Salgado. No es ese acertado contraste entre el color y el blanco y negro y las fluidas pinceladas de primeros planos, más generales o secuencias detalladadas. Ni siquiera es la profundidad inaudita y la sencillez del fotógrafo, ni la enfermedad de su alma al ver tanta crueldad en el mundo. Es todo eso y mucho más. Es la consciencia de esa misma crueldad que convive con la belleza extrema de campos, bosques y personas no contaminadas de urbe. Es la miseria, en su sentido más crítico hacia quienes la permiten, la mezquindad, el abismo de la violencia y, acto seguido, la inmensa capacidad de revertirlo. De engrasar la pieza perdida, encajarla y echar a rodar.

Fotografía: Sebastião Salgado ©

El corazón desahuciado

De un tiempo a esta parte son muchas las noticias que, de una forma u otra, se cuelan en la cabeza y se quedan en formol, a veces más tiempo del que llegas a ser consciente. Pero esta semana ha sido especialmente una la que me ha llamado la atención. Que dos personas, en dos ciudades diferentes, se suiciden horas antes de ser desahuciadas de sus hogares me produce tristeza, indignación y frustración a partes iguales.

Me llama la atención que los medios de comunicación le hayan dedicado unos segundos de su parrilla a estas noticias. Los suicidios son el despojo de la sociedad. Son esos sucesos de los que nadie se acuerda. Porque quitarse la vida se considera lo más bajo entre lo bajo. Aunque muchas más personas de las que lo hacen lo hayan contemplado en alguna ocasión. Hay quienes logran su fin pero hay quienes lo intentan, no lo consiguen, y quedan relegados/as a un limbo social desdibujado. Porque no se concibe que alguien pueda llegar a esos límites, aunque para llegar a esos límites la situación tenga que haberse tornado muy desesperada.

El caso es que la crisis ha disparado los suicidios y es ya la primera causa externa de defunción. 3.145 muertes en 2010, una cifra considerablemente mayor a la de los accidentes de tráfico. ¿No es una locura? ¿Por qué no se visibiliza en los medios de comunicación? ¿Por qué no se hacen campañas para prevenir el número de privaciones voluntarias de la vida? ¿Es que no es suficientemente trágico? ¿No lo es todavía más, ya que se hace de forma consciente?

Por supuesto, no quiero decir que se deba otorgar un trato morboso o amarillista al asunto, en ningún caso, pues ante todo debe prevalecer la dignidad y el respeto hacia las personas. Pero es necesario un análisis profundo de la situación. Que tantas personas crean que la única solución ante sus problemas sea esa, que no tengan ninguna ilusión que les empuje a seguir hacia adelante, que decidan cercenar su existencia, es un síntoma más que evidente de la enfermedad crónica de la sociedad. Pero que no se haga nada al respecto e, incluso, que se intente ocultar, es un verdadero crimen.

La gente comienza a suicidarse por los desahucios. Y a mí se me desahucia el corazón.