Archivo de la categoría: Literatúrame

Relatos, poemas, retazos de la realidad en forma de verso

Clásico

Aquel día el vendaval pidió nubes
con algo de hielo
el ladrillo estaba frío
y el corazón despoblado

como siempre a esa hora
un perro ladraba a lo lejos
una mosca llamaba al cristal
la cucaracha cruzaba el salón
el menú recalentado
habitaba la mesa

era al fin
un día como tantos
una noche como todas
un clásico planeo
a la sombra de la vida

Viento de mayo

Primero fue la camisa
después el vestido
más tarde el sostén

el viento de mayo
se llevó las prendas
demasiado arraigadas al cuerpo

Cuando ya desapareció
la última manga de algodón
vino la piel
cuarteada y lista
para el arrastre
dispuesta
(un dos tres)
a la fuga

pero esa
precisamente esa
no se pudo airear

Caminos y pasos

Le vi cuando nos separaban pocos metros. Él bajaba por la calle y yo subía. Habían pasado unos cuantos años. Sorprendentemente, ahora tenía dientes nuevos y un ligero aire de juventud. Me contó que había cambiado de vivienda y que este mes ya no podría pagarla. Se le terminaba el subsidio. Pero ya inventaría algo para continuar en ella. “En algún lugar tendré que vivir”-dijo.

La risa no dejaba de florecerle mientras hacía un recorrido por todo este tiempo sin vernos: problemas con la burocracia, amigos que ya no estaban o que ya no eran, una sobrina recién llegada al mundo, la pierna derecha que le seguía incomodando. Charlamos también de la época en la que nos conocimos, de aquellas excursiones al campo con la perra y de las veladas cinéfilas. Nos pusimos al día en unos minutos. Me encantó verle, aunque de repente una nube espacio-temporal pareciera envolver la mañana, con su lluvia preparada dentro para estallar. Estaba a punto de invitarle a un café, cuando una furgoneta se aproximó por una calle cercana y dio la conversación por zanjada. “Ay, lo siento, tengo que irme, que se me va la comida”. El comedor social estaba a la vuelta de la esquina. Y el menú no esperaba por nadie.

Siguió su camino y yo intenté seguir el mío.

Partida

Vidas tendidas a la
sombra
lápidas sin nombre
ni flores
ni mármol
morirse es un lujo
que no siempre
se puede pagar

¿Cuántas monedas
sostienen mi existencia?

¿Quién custodiará
mi partida?

 

Muertes pequeñas

Pequeñas muertes diarias
imperceptibles
acechan
en cada esquina

muertes necesarias
a veces
inevitables
en otros casos
hirientes
de cuando en cuando

la estela
de la carne descompuesta
da origen
a otras realidades
a otros universos

esa es
la
revelación

Puntillas

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Ponerse de puntillas
alargar los brazos
y tocar la calma
con la punta de un
solo dedo

descansar sobre los
talones agrietados
soplar de la camisa el polvo
encender palabras
como viento, esperanza, ilusión
observarlas con todo
su fuego tranquilo
discurrir bajo
la tarde velada

en la calle las aves
emigran de cielo

las manos silentes
visten otro cuerpo

Tiempo y reloj

De vez en cuando
las sombras se hacen
fuertes
cabalgan erguidas
a lomos de la tarde
y arrollan un futuro
vestido de charol

a veces
en enero más que en mayo
el intenso aroma
de las horas rotas
reaparece
y aviva el fuego
con guantes de seda
entre las garras

quizá cuando el tiempo
venza al reloj
gane el bando
de las coseduras

Un pájaro

Venimos con un pájaro en la palma de la mano
lo mostramos al mundo
deseamos que vuele
dirección
horizonte
pero a veces sus alas se han quebrado
a veces no hay plumas
a veces es un ave moribunda
y prefiere
preparar
su camposanto
 
Venimos con un pájaro en la palma de la mano
y a veces nos quedamos
con los restos despoblados
de un cuerpo
caliente
pero sin vida
entre los dedos

 

Huecos

La sintonía de los cuerpos
derramados sobre el suelo
las flores secas
en la mesilla
los restos del futuro
decadente en las aceras
el día de ayer aún empedrado
las costuras
por las que asoman
palabras no dichas

A pocos metros
los tanques pronuncian
tu nombre

Y las dudas compartidas hacia el hambre
y la tierna soledad en la garganta
un hueco sostenido de recuerdos
con tintes de arcoíris y monzón

una caja de sonrisas
entre cientos de ojos-rabia

bandadas de aves rapaces
saciadas de carne fría
dejaron picos y garras
derramados sobre el agua