Huir hacia los vértices
apartarse del volcán mientras estalla
-sin saber
sin poder-
impedir que la lava alcance
las manos
las piernas
el recuerdo
Caminar sobre tierra
resangrada y mordaz
bañar los pies en ausencia
y en saneamiento la vida
El agua es clara, la luz nueva, el tiempo solo una ilusión. Miro el horizonte y pierdo el odio, el rencor, la envidia. Si mis objetos se marchan no los rescataré. Que sean dichosos donde vayan. En lo alto de … Sigue leyendo
Sigo al camión de la basura me interesa su trayecto y su final. Quiero ver el desembarco de todo lo desechable que nos define.
Si me marcho, si me ausento, di a todos que los quiero. Díselo sobre todo a todas. A ellas las preciso más. No, no les digas nada a todos, ni a todas, son palabras inexactas para abarcar lo que quiero. … Sigue leyendo
Huir hacia los vértices
apartarse del volcán mientras estalla
-sin saber
sin poder-
impedir que la lava alcance
las manos
las piernas
el recuerdo
Caminar sobre tierra
resangrada y mordaz
bañar los pies en ausencia
y en saneamiento la vida
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Aprendiste con las garras
y el dolor
cuando el sol ni siquiera
era amarillo
buscaste una mano
de veinte dedos
para asirte con
brío y al menos
anclarte
porque nadie auguraba
un viaje de -solo-
vuelta
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En febrero tenía previstos los ingresos y gastos hasta septiembre.
No eran cuentas malas, tampoco las mejores. Solo eran las mías.
Llegó marzo y la hecatombe y todo cambió.
Aunque algunos hechos habrían llegado con o sin pandemia:
decir adiós a enredos necios, liberarme de las lanzas,
rechazar a quien exprime.
Ya lo dicen, hasta que haya vacuna, el virus permanece.
Luego inicié la siembra para mañana.
Regué las plantas, atusé las nubes.
Aireé (lo justo) la herida.
Las palabras me dan almohada y el menú del día.
Y si no hay fortuna, persisten las ideas.
Y las hojas de septiembre.
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Ese fogonazo en lo alto fue el preludio
de la catástrofe
y alguien
alguien de intuición sensitiva
al otro lado del universo
se percató
como estrella irradiando la luz residual
de su existencia
con esa grácil perfección
Entonces se configura un precepto:
lo que se extingue puede
seguir brillando
y siempre será lejos
remota y perceptiblemente
distante
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Suficientes las espinas
que arrastramos en el cuerpo
suficientes
tantas como las palabras
cabalgando en frases recias
sobre discursos vacíos
suficiente
le digo basta al buenismo
de intenciones mutiladas
de manos, piernas
camino endeble
suficiente
que si el sol, que si el verano
el feminismo de Zara
con mujeres explotadas
en Bangladesh
suficiente mierda
mierda, es suficiente
si digo basta al desgaste
y alzo la voz hasta donde
nunca nos dejan
soy basta
y hasta demente
así que sí
es suficientemente evidente
que cuando las horas pasen
y vengan a por vosotros
y vuestros rostros derramen
la ira de tanta guerra
miraréis a vuestros cuerpos
terminados siempre en O
suficientes para todo
y os arrepentiréis de no
haber usado la frente
Y entonces
ya bastará
será tarde
tocará apretar los dientes
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Nos las rompieron. Demasiadas veces, demasiado fuerte. Y a demasiadas. Nuestras alas se fueron quedando en rincones cada vez más escondidos, mutiladas, a la espera de una ventana por la que llegara un aire lo suficientemente fuerte para volver a levantarlas. Pero durante mucho tiempo no se podía. Pesaban demasiado, estaban sin plumas y en carne viva. Hasta que decidimos volver a por ellas y ponérnoslas. Con esa sangre seca que todo lo embadurnaba pero que olía a pasado recomponiéndose sobre los huesos.
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