Cuando una ve películas como ‘La sal de la tierra’ se da cuenta de que alguna pieza del engranaje de las vísceras se ha desajustado, para cambiar de sitio y pedir luego ser encontrada.
No es sólo la maestría de las imágenes que capta Sebastião Salgado. No es ese acertado contraste entre el color y el blanco y negro y las fluidas pinceladas de primeros planos, más generales o secuencias detalladadas. Ni siquiera es la profundidad inaudita y la sencillez del fotógrafo, ni la enfermedad de su alma al ver tanta crueldad en el mundo. Es todo eso y mucho más. Es la consciencia de esa misma crueldad que convive con la belleza extrema de campos, bosques y personas no contaminadas de urbe. Es la miseria, en su sentido más crítico hacia quienes la permiten, la mezquindad, el abismo de la violencia y, acto seguido, la inmensa capacidad de revertirlo. De engrasar la pieza perdida, encajarla y echar a rodar.
Fotografía: Sebastião Salgado ©