En febrero tenía previstos los ingresos y gastos hasta septiembre.
No eran cuentas malas, tampoco las mejores. Solo eran las mías.
Llegó marzo y la hecatombe y todo cambió.
Aunque algunos hechos habrían llegado con o sin pandemia:
decir adiós a enredos necios, liberarme de las lanzas,
rechazar a quien exprime.
Ya lo dicen, hasta que haya vacuna, el virus permanece.

Luego inicié la siembra para mañana.
Regué las plantas, atusé las nubes.
Aireé (lo justo) la herida.

Las palabras me dan almohada y el menú del día.
Y si no hay fortuna, persisten las ideas.
Y las hojas de septiembre.