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Risa

Cuando mi abuela murió, me dejó en herencia dos vacas lecheras, Lucero y Montaña, y unos metros de finca para que pastasen. Su repentina marcha me puso triste, como es lógico, pero aún más me impactó la decisión de la custodia vacuna que me legaba. Y no porque yo no supiera ordeñar. Ella se había encargado de enseñarme casi desde que empecé el colegio. Decía que leer y escribir estaba bien, pero que Dios no lo quiera, si nos meten en una guerra nuclear, es más importante tener comida, o mejor todavía, crearla con nuestras manitas bonitas. Estaba enamorada de su pequeño terreno donde cultivaba tomates, cebollas, lechugas y calabacines. Y yo la visitaba lo que mi vida en Madrid me permitía, que era más o menos una vez al mes.

Un par de semanas después del fallecimiento, el notario me dio la nota que había dejado para mí. Carmi, sé que cuidarás muy bien de ellas. Son viejas y tampoco les queda mucho tiempo en este planeta, pero su compañía es la leche. ‘La leche’, ¿no te parece que ya estoy tan mayor que ni los chistes me salen buenos? No las mandes al matadero, que me vas a dar un disgusto muy grande y si no estoy tranquila soy capaz de aparecerme por la noche mientras duermes. Te quiere, tu abuela Risa.

Risa. ¿Cómo no iba a hablar ella de chistes? La llamábamos así, pero el completo era Risalaida, el clásico nombre de toda la vida que pasa de una generación a otra y así sucesivamente hasta que alguien detiene la cadena. Parecía hecho a medida para ella, desde luego. Sus tres nietas estábamos siempre deseosas por llegar al pueblo, sobre todo cuando éramos pequeñas. Disfrutaba provocándonos estridentes carcajadas de las cosas más insignificantes. Decía que para qué íbamos a necesitar una abuela si no era para eso. Porque con estas arrugas, este cuerpo encogido y estas manos como lijas, no creo que me queráis para lucirme por ahí, ¿no?

Sus grandes rizos grises y sus ojos azul intenso bañados en arrugas por ambas orillas solían lucir una gran sonrisa. Pero eso no quiere decir que siempre mostrase un carácter tierno. Eso dependía de muchas circunstancias, que podían variar en pocos días. Si un lunes el café le gustaba con dos cucharaditas de azúcar, quizá el viernes lo quería solo con media y si alguien se lo preparaba de otra manera su boca revelaba su desagrado. Si tenía previsto dar un largo paseo por la mañana y empezaba a llover, podía irritarse un poco, no por la lluvia en sí sino porque no le gustaba usar paraguas, ni tampoco mojarse. Así que el día empezaba con curvas. Y así con otras cientos de situaciones.

‘Sorprendente’. Esa palabra  sí la tejieron para ella. Y así era también su humor. No se deshizo de él ni en el último momento. Como se negó al ir al hospital porque si estoy para morirme, esos batiblancos no lo van a evitar, llamamos al cura cuando la vimos muy enferma. No se cortó cuando Paco entró en la habitación para preparar su despedida. A mí el agua bendita que esté templada, padre, que no quiero llegar constipada a mi cita con el Señor.

Una mañana, un par de días después de repartir la herencia, estaba tomándome un gran vaso de leche con cacao en el porche de la finca. Lucero y Montaña pastaban con la calma que fluye al saberse a salvo y con comida suficiente. El día lucía una mirada dulce. De repente llamaron al timbre. Abrí la puerta. Eran dos señores del Ayuntamiento. Venían a informarme de que tenía que abandonar la finca.

-¿No se lo dijo su abuela? Estamos expropiando estos terrenos para construir la nueva autovía A-978. No se preocupe que ella ya firmó los papeles y está todo en regla. Lo que sí nos dijo es que cuando viniéramos le diéramos esto.

Traían un sobre muy fino de color marrón. En el espacio del remitente, el dibujo de una cara contenta. Un torbellino de hormigas empezó a construir su casita en mi estómago. Y yo ya lo sospechaba. Risa no se había ido. Nunca lo haría. Y no, Carmi, tampoco vale vendérselas a algún vecino, que ellas quieren estar con gente de confianza. Vamos, de confianza no. Contigo. 

Relato seleccionado en el concurso ‘El vuelo de la palabra’, del Ayuntamiento de Badajoz (2021)

Noticuento

Esa manida frase de que la realidad supera la ficción tiene mucho de verdad. Pero, ¿qué resultado tendría darle formato de noticia a un cuento tradicional?

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El temido lobo feroz resulta,

por fin, capturado

Su última víctima, CapeRoja, se muestra convencida de que es un delincuente y pide cadena perpetua

Una lluvia de reacciones ha suscitado la captura del temido lobo feroz, que en los últimos meses ha provocado más que un susto entre las habitantes de Villa Mansa. El animal, que se define «muy macho», no se atrevía a interceptar el paso de los chicos del lugar sino que su objetivo eran siempre las jovencitas.

Su última víctima, CapeRoja, se lo encontró en varias ocasiones. «Siempre quería llevarse la comida que me encargaba mi abuela», comenta. En una ocasión, el lobo llegó más lejos y engulló a la señora, además de las provisiones. Por suerte, y al haberla tragado entera, sin masticarla, su vida pudo ser salvada. CapeRoja lo tien claro. «Es un delincuente, que se pudra para siempre en la cárcel».

No obstante, existen otras opiniones. Algunas mujeres de la zona creen que el peligro no es tal. «Sólo quiere divertirse, yo me lo encontré un día y me lo quité de encima de un puntapié». Son palabras de Secreta, la carnicera del pueblo.

Por su parte, la abuela, todavía en estado de shock, no quiso decir mucho más. Sus únicas palabras fueron «¡A la hoguera!».

Seguiremos muy pendientes del desarrollo  del proceso y se lo contaremos en próximos boletines informativos.