De un tiempo a esta parte son muchas las noticias que, de una forma u otra, se cuelan en la cabeza y se quedan en formol, a veces más tiempo del que llegas a ser consciente. Pero esta semana ha sido especialmente una la que me ha llamado la atención. Que dos personas, en dos ciudades diferentes, se suiciden horas antes de ser desahuciadas de sus hogares me produce tristeza, indignación y frustración a partes iguales.

Me llama la atención que los medios de comunicación le hayan dedicado unos segundos de su parrilla a estas noticias. Los suicidios son el despojo de la sociedad. Son esos sucesos de los que nadie se acuerda. Porque quitarse la vida se considera lo más bajo entre lo bajo. Aunque muchas más personas de las que lo hacen lo hayan contemplado en alguna ocasión. Hay quienes logran su fin pero hay quienes lo intentan, no lo consiguen, y quedan relegados/as a un limbo social desdibujado. Porque no se concibe que alguien pueda llegar a esos límites, aunque para llegar a esos límites la situación tenga que haberse tornado muy desesperada.

El caso es que la crisis ha disparado los suicidios y es ya la primera causa externa de defunción. 3.145 muertes en 2010, una cifra considerablemente mayor a la de los accidentes de tráfico. ¿No es una locura? ¿Por qué no se visibiliza en los medios de comunicación? ¿Por qué no se hacen campañas para prevenir el número de privaciones voluntarias de la vida? ¿Es que no es suficientemente trágico? ¿No lo es todavía más, ya que se hace de forma consciente?

Por supuesto, no quiero decir que se deba otorgar un trato morboso o amarillista al asunto, en ningún caso, pues ante todo debe prevalecer la dignidad y el respeto hacia las personas. Pero es necesario un análisis profundo de la situación. Que tantas personas crean que la única solución ante sus problemas sea esa, que no tengan ninguna ilusión que les empuje a seguir hacia adelante, que decidan cercenar su existencia, es un síntoma más que evidente de la enfermedad crónica de la sociedad. Pero que no se haga nada al respecto e, incluso, que se intente ocultar, es un verdadero crimen.

La gente comienza a suicidarse por los desahucios. Y a mí se me desahucia el corazón.