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El tiempo pasa, se nos pasa y se pasa. El tiempo es caprichoso porque se marcha veloz cuando no gustamos y camina, despacio, cuando es su antojo. Se cubre de polvo, de recuerdos y aromas agridulces. Nos llama si nos despistamos y siempre, siempre, quiere que le tengamos en cuenta. Refugio de amantes clandestinos, de temores perdurables y de rojas esperanzas, cambia de traje al pasar la esquina. Entonces ya no le reconocemos y ríe. Asoma su burlesca sonrisa y sigue riendo. Ríe porque sabe que, al fin y al cabo, le tenemos como aliado fiel.

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