Fue hace tiempo, mucho y compacto.
Las tardes aún sabían a semillas de amapola y las mañanas, a furor.
Los besó y desapareció calle abajo.
Se llevó una mochila, pan y el tacto de unos labios agrietados.
Entre otras cuatro paredes, aprendió las presuntas verdades de la vida.
Hasta que el sol se situó en el punto más alto.
Entonces regresó -el regreso siempre insiste-
En la cuesta, calle arriba, encontró una casa en llamas.
Un fuego vencedor ya sospechado.

¿Cuántas horas lleva ardiendo?