La noche siempre habla. Unas veces la escucho y otras no. Hoy es de estas últimas veces. Porque si la escuchara, si aguzara mis sentidos y me quedara atenga a su susurro, el camino se volvería tortuoso de nuevo, las estrellas jugarían conmigo y con mi risa, el aire removería mis sueños y mis desvelos y las cartas volverían a desear que apostara otra baza por ti.

Por eso esta noche no escucho a la noche. Porque quiero que te marches de mi sangre. Y si no quiero, quisiera quererlo. Porque el tiempo y los días deben llevarte lejos. Porque agua y aceite nunca fueron buenos amantes. Porque no voy a perseguir tu primaveral sonrisa que me pasea por un florido laberinto. Porque no querer cuando se puede, ahoga la esperanza. Porque a través  de las pequeñas palabras voy esparciendo tus cenizas. Espantando a los fantasmas.