Se reventaba por dentro, emanando sangre por extraños agujeros que se le iban creando espontáneamente. Estallaban sus entrañas y la vileza se transformaba en un líquido virulento y viscoso. Algunas piezas de este cuerpo que anido debieron de mudarse de sitio tras este sueño porque las imágenes vienen a mi cabeza de vez en cuando. El lenguaje onírico no siempre es comprensible, y se agradece, porque quién sabe lo que decimos allá cuando nuestros párpados echan el cierre. Yo no quiero que le exploten las vísceras, ni que un manantial de líquido contaminado riegue sus conductos, sólo quiero, o querría (aquí el condicional cobra todo su sentido) que mi subconsciente traidor deje de añorar lo que nunca sucedió. Y que la sangre contaminada siga su cauce y desemboque en un mar de redención.