Alguien a quien solía conocer me habló una vez de pájaros bailadores, de ritos, de sorpresas y celebración. Me habló de nuevos lugares, de indicios, del calendario, de música mágica, hipnótica, frenética. Me habló y me habló y yo bebí de ese afluente de buenos presagios.
Pero un día no. Ya no. Un día solo el silencio. La caja del lenguaje se vació. Yo que la hacía inagotable.
Las palabras. Las palabras son como la ropa: se desgastan al usarlas demasiado.