Es un clásico el experimento de intentar juntar agua y aceite. Colocas en un recipiente un poco de agua, le añades una cantidad cualquiera de aceite y compruebas sin esfuerzo que ambas sustancias no se mezclan. Ni se mezclan ni se mezclarán porque, según nos contaron en el instituto, su densidad es distinta. Sus composiciones están tan alejadas la una de la otra que es imposible que se integren, que se relacionen más allá de que una quede arriba y la otra abajo. Podemos intentar una y otra vez realizar la misma prueba pero el resultado será siempre el mismo: son plenamente incompatibles.
Glu. Glu. Glu.
Hay personas agua y personas aceite. También hay personas vinagre, personas leche, personas sal o personas miel. Incluso una misma persona, dependiendo de su momento vital, puede moldearse más hacia una u otra sustancia. Lo más lógico es que si nuestra composición es una, queramos explorar otras composiciones, al fin y al cabo la existencia nos lleva a indagar y ver lo que hay tras las fronteras de nuestros cuerpos. Esas aproximaciones pueden ser amables, peligrosas, fascinantes o extrañas, entre otras muchas posibilidades. A veces las combinaciones nos abren a un universo pletórico, casi irreal, donde las propiedades externas nos embriagan de tal forma que queremos continuar enredándonos con pies, cabeza, cuello y esófago. Diluir y diluirse en un mismo acto de entrega. A veces la combinación parece simbiótica y perfecta, como si un elemento y otro traspasasen la línea de su integridad y empezaran a absorber propiedades que antes le eran impropias, desconocidas, ausentes. Puede pasar que esa fusión permanezca o que pasado un tiempo cada sustancia regrese a su estado original. También puede ocurrir que detestemos esa mezcla tan absoluta.
El problema, la perturbación desatada, ocurre cuando personas agua y personas aceite se aproximan. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo y cuándo detectamos esa incompatibilidad? ¿Y qué hacemos con ella?
Hace poco descubrí que la causa real por las que el agua y el aceite no se mezclan no es por la densidad sino por la polaridad, y esta nos habla de la dirección y la intensidad de la fuerza generada por las sustancias. Fuerzas opuestas, direcciones incompatibles, intensidades demasiado diferentes como para vibrar al mismo son.
Está claro. La química existe para jodernos la vida.