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Fue un año cercano y abisal. Las abejas no cayeron en la trampa, las niñas jugaron con la tierra. Sus uñas negras se lanzaron a mis ojos. Niñas, niñas, por favor, seamos cuerdas. Que yo hable de cordura tiene algo … Sigue leyendo

Meses

En febrero tenía previstos los ingresos y gastos hasta septiembre.
No eran cuentas malas, tampoco las mejores. Solo eran las mías.
Llegó marzo y la hecatombe y todo cambió.
Aunque algunos hechos habrían llegado con o sin pandemia:
decir adiós a enredos necios, liberarme de las lanzas,
rechazar a quien exprime.
Ya lo dicen, hasta que haya vacuna, el virus permanece.

Luego inicié la siembra para mañana.
Regué las plantas, atusé las nubes.
Aireé (lo justo) la herida.

Las palabras me dan almohada y el menú del día.
Y si no hay fortuna, persisten las ideas.
Y las hojas de septiembre.

Caminos y pasos

Le vi cuando nos separaban pocos metros. Él bajaba por la calle y yo subía. Habían pasado unos cuantos años. Sorprendentemente, ahora tenía dientes nuevos y un ligero aire de juventud. Me contó que había cambiado de vivienda y que este mes ya no podría pagarla. Se le terminaba el subsidio. Pero ya inventaría algo para continuar en ella. “En algún lugar tendré que vivir”-dijo.

La risa no dejaba de florecerle mientras hacía un recorrido por todo este tiempo sin vernos: problemas con la burocracia, amigos que ya no estaban o que ya no eran, una sobrina recién llegada al mundo, la pierna derecha que le seguía incomodando. Charlamos también de la época en la que nos conocimos, de aquellas excursiones al campo con la perra y de las veladas cinéfilas. Nos pusimos al día en unos minutos. Me encantó verle, aunque de repente una nube espacio-temporal pareciera envolver la mañana, con su lluvia preparada dentro para estallar. Estaba a punto de invitarle a un café, cuando una furgoneta se aproximó por una calle cercana y dio la conversación por zanjada. “Ay, lo siento, tengo que irme, que se me va la comida”. El comedor social estaba a la vuelta de la esquina. Y el menú no esperaba por nadie.

Siguió su camino y yo intenté seguir el mío.

Huecos

La sintonía de los cuerpos
derramados sobre el suelo
las flores secas
en la mesilla
los restos del futuro
decadente en las aceras
el día de ayer aún empedrado
las costuras
por las que asoman
palabras no dichas

A pocos metros
los tanques pronuncian
tu nombre

Caminos, fuego y lodo

En algún cielo pletórico de sensaciones
caminamos sin rumbo
no hubo muchas estrellas pero sí
retales luminosos del pasado
caminamos estrechándonos
la frente
los problemas crecieron
y el pasado no sirvió
Fuimos caballos desbocados
con bombas de fuego en el morro
patas ligeras y trotadoras
galopamos durante tanto tiempo
como respiramos para
al final
caer de rodillas en el lodo